‘Los Soprano’: cuando la televisión superó al cine 

Cada 10 de enero se celebra, desde 1999, el aniversario de 'Los Soprano'. Aquí le contamos el origen y la vigencia de esta historia.
 
‘Los Soprano’: cuando la televisión superó al cine 
Foto: Cortesía Max
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Revista Diners

El 10 de enero de 1999 se lanzó en Estados Unidos el piloto de Los Soprano. A tan solo unos meses del estreno de Sex and the City, la cadena televisiva HBO decidió sorprender a la audiencia con otra producción que llegaba en un formato novedoso. En una hora y cuatro minutos se estaba inaugurando la era dorada de la televisión y un fenómeno cuya vigencia sigue latiendo con la misma potencia que hace 26 años. 

Lo que hoy podría parecernos una premisa normal, en aquel entonces distaba de serlo: Tony, un gangster de los suburbios de New Jersey, decide ir a terapia para lidiar con sus problemas familiares y domésticos. David Chase, el guionista, venía de colaborar en series como The Rockford Files y Northern Express, pero mantenía su verdadera ambición intacta: Chase quería ser un cineasta importante, de la talla de Fellini o Martin Scorsese.

La idea original estaba pensada para ser un largometraje. No obstante, lo que pudo haber sido otra película gangster italoamericana se convirtió en uno de los primeros ejemplos de lo que hoy es tendencia en todas las plataformas de streaming: historias contadas en diez o doce horas; relatos segmentados en capítulos y temporadas. La garantía perfecta para mantener suscripciones durante meses o años. Pero volvamos un segundo a 1999. 

‘Los Soprano’ le dice adiós a las risas

Un año antes de que empezara el segundo milenio, las audiencias comenzaban a mostrar cierta inmunidad y cierto aburrimiento ante los mismos artificios que las cadenas televisivas se empeñaban en reciclar. Formatos como el talkshow (The Tonight Show o The Ed Sullivan Show)o las sitcom (comedia de situación), que conocieron su auge con shows como Friends o Seinfeld, comenzaban a desgastarse, cansando a espectadores que además cedían a la fiebre del alquiler de películas -cuyo vestigio es ese icónico azul y amarillo de la franquicia Blockbuster. En un afán por mantenerse vivos y captar la atención de suscriptores, HBO entendió que era momento de renovar y fortalecer el formato televisivo.  

Ya no bastaban los mismos chistes y las risas de fondo, los formatos reencauchados y los moldes y arcos de personajes utilizados a más no poder. Lejos de ser dóciles, las audiencias se mostraban cada vez más exigentes y críticas. Era tiempo de incorporar en la televisión técnicas y exploraciones que se consideraban exclusivas del cine: mayor calidad narrativa, mayor entramado, mejor producción. La televisión de alta calidad estaba a punto de estallar en los salones y hogares de Norteamérica y del mundo, llegando a compararse con grandes obras del cine.

Los Soprano lo trajo todo. Poesía, salud mental, existencialismo. Humor, sangre, sexo. Envuelta en un contexto de violencia, crimen y tradición italiana en New Jersey, esta hubiera podido ser la historia de cualquier familia norteamericana que busca sobrevivir y triunfar. Tony Soprano, el protagonista, se enfrenta ante los problemas y dilemas interiores luego de una juventud dedicada al crimen. Tras asumir el peso de las responsabilidades de su familia y de “la familia”, este gangster debe acudir al consultorio de una psiquiatra para entender que en medio del ritmo y del hastío capitalista, hay un mundo inconsciente que influencia, casi de manera determinante, la vida.

La influencia del psicoanálisis es evidente y también es uno de los pilares que articula los capítulos de la historia. El gesto fue sin duda de vanguardia. Además de hablarle a espectadores escépticas de la terapia, la psiquiatría y el famoso Prozac, el germen psicoanalítico impregna la estructura narrativa, que se permite saltos, omisiones, delirios y secuencias oníricas que innovaron la forma en que se entendía y venía haciendo televisón.

El anti-héroe que Tony encarnó -figura ya central de muchas series como Breaking Bad– fue además la gran prueba de que los esquemas morales que venían sosteniendo los personajes de las series eran escuetos e ineficaces. Tony, como muchos otros, nos conmueve, nos interpela, nos seduce, a pesar de producirnos terror. En medio arrebatos, asesinatos y abusos que van del ámbito más íntimo y doméstico hasta instituciones, barrios y calles que nos son familiares, la serie va también explorando la complejidad humana sin censurarse.

En una época cada vez más woke, la serie sigue siendo un manifiesto en contra de la corrección política. Personajes atravesados por creencias y lugares de enunciación deliberadamente violentos, racistas, misóginos, sexistas u homófobos, también expresan sus pasiones, sus sufrimientos, sus reflexiones e incluso sus virtudes. La serie nos invita a explorar en las profundidades de un padre de familia que hace todo por entender a su hija y a quien no le tiembla la mano a la hora de asesinar; de una esposa y ama de casa que asume los designios del matrimonio mientras este se desmorona, en medio de una exploración del deseo, de la belleza y la dignidad femenina.

Además de la sangre, la serie explora los universos familiares que se tejen entorno a pequeños territorios, barrios, tradiciones y fantasías de origen que en este caso tienen una larga tradición que se remonta a la inmigración italiana que desde inicios del siglo XX se multiplicó en Nueva York y en Estados Unidos y que películas como El Padrino (de Francis Ford Coppola) y casi toda la filmografía de Martin Scorsese no han hecho sino afianzar -recordemos que en su cumpleaños se hizo viral un meme en el que le agradecían por “haber inventado Italia”. 

(Las 5 películas de Scorsese que no se parecen al resto)

En 2020, 13 años después de su última emisión, la revista GQ calificó la serie como la más caliente (hot) del año. La razón es sencilla: durante la pandemia, millones de personas descubrieron esta historia que no deja de explorar y enriquecer las preguntas, las inquietudes y también la poesía que aflora en temas como la identidad, la familia, el capitalismo o el amor. La forma en la que Los Soprano retrata la sociedad del nuevo milenio sigue siendo hábil y novedosa en medio de un régimen de streaming que también cede a cierta censura que olvida que en el centro de todo buen arte debe latir siempre la ambigüedad. 

Los Soprano

Christopher Moltisanti, Corrado Soprano, Jr., Pussy Bonpensiero, Adriana La Cerva y una larga lista de personajes recuerdan acá que la ficción existe para presentar y ampliar lugares de enunciación que nos interpelen, independientemente de juicios prefabricados. La historia nos presenta una suerte de espectro de las emociones y de un modelo de familia en decadencia que se enfrenta a nuevas tradiciones, nuevas tecnologías y nuevas palabras. Como espectadores nos dejamos llevar por una historia que nos hace ver la cercanía y la similitud que un criminal como Tony, por ejemplo, tiene con nosotros, con nuestro padre, con algún amigo.

Los Soprano, en sus seis temporadas, sigue demostrando hoy porqué es una obra maestra que abarca los matices de la condición humana, apelando a un sinnúmero de registros que van desde el humor más básico hasta secuencias de thriller psicológico o de clásico del cine italoamericano. Su aporte fue crucial a la televisión: inaugurando todo su potencial y todas sus posibilidades. Los Soprano son el pilar que sostiene un formato y un lenguaje en boga. Lejos de ser un vestigio, este sigue siendo el lugar a donde tendrá que volver cualquiera que desee hacer una buena serie y una buena historia.

         

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enero
15 / 2025