La vida después de su mamá: el duelo de Anamaría Galán de Brigard

Anamaría Galán de Brigard le cuenta a Diners cómo vive el duelo después de un poco más de un año de la muerte de su mamá, una abogada defensora del derecho a morir dignamente. Un viaje personal, intenso e inesperado.
 
La vida después de su mamá: el duelo de Anamaría Galán de Brigard
Foto: cortesía Anamaría Galán de Brigard / Anamaría Galán con su madre, Ana de Brigard.
POR: 
ANDREA VEGA

Como un círculo que se cierra en su punto de origen, Ana María de Brigard Pérez firmó el documento de voluntad anticipada (DVA) que ella misma había redactado años atrás como abogada defensora del derecho a morir dignamente en Colombia. Sabía que su momento había llegado, y fiel a lo que promulgó en su ejercicio, lo firmaba ahora como una paciente ante el inminente final de su vida.

“El acta que toca firmar para que a alguien se le practique la eutanasia en los hospitales —por lo menos en la Country— la redactó mi mamá. Ella nunca hizo todo esto pensando que fuera para ella, pero afortunadamente lo hizo, porque ayudó, incluso a ella en el momento en el que lo necesitó, y va a ayudar a tantos más”, resalta orgullosa Anamaría Galán de Brigard, hija de la abogada. 

El 29 de diciembre del 2023, madre e hija fueron al salón de belleza a mandar arreglarse las uñas, como lo hacían cada semana. Ese día, De Brigard le dijo a su hija que le dolía una pierna. El dolor se incrementó progresivamente, hasta el punto de que el 3 de enero tuvieron que ir a la Clínica del Country por un dolor insoportable en la espalda. 

Anamaria galan
Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

El resultado de los exámenes fue tan sorpresivo como devastador: De Brigard tenía cáncer, y además, ya había hecho metástasis. Durante los siguientes días, el diagnóstico cambió en cuestión de horas y la esperanza de vida se apagaba a una velocidad sin tregua. 

“Era un cáncer ‘mutante’; una cosa absolutamente agresiva, que hasta los médicos decían que no existe medicina para combatir la enfermedad al nivel que estaba evolucionando”, recuerda Galán. El estado de salud de la abogada cayó en picada. Ana María de Brigard falleció el 15 de enero, tan solo trece días después de haber entrado por un dolor en la espalda. 

Una pionera en el derecho a la vida digna

Anamaría Galan
Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

De Brigard estudió Derecho en la Universidad Javeriana y se especializó en derecho de familia. Cuando trabajaba en hospitales, vio tantos huecos en la legislación de la práctica médica que sintió necesaria la creación de la especialización en Derecho Médico en su propia alma máter. Durante su carrera fue asesora de varias instituciones de salud, trabajó por 17 años como asesora jurídica de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC). Era amiga y guía de los médicos. 

Al morir tenía 60 años, gran parte de los cuales había dedicado a trabajar en pro del derecho de los pacientes a tener una muerte digna. Le importaba mucho la autonomía corporal de las personas y consideraba genuinamente que nadie tenía que llevar una vida que no considerara digna.

“Mi mamá fue una persona muy activista, muy trabajadora, que sirvió muchísimo a la jurisprudencia colombiana, porque ella es una de las actoras principales por las cuales la eutanasia no está penalizada en este país. Ella era miembro de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, dictaba cursos de este tema en casi todas las clínicas de este país. Era una maravilla de mujer”, describe orgullosa Galán.

La joven recuerda las conversaciones que tuvo en la clínica con su hermano Ignacio y su mamá, cuando aún podía hablar. ¿Cuál podría ser el peor escenario? Pasaron de una expectativa de vida de quince meses a semanas; luego fueron días… 

“Cuando la cosa se puso muy fea (en la clínica), ella dijo que se quería ir por eutanasia, lo cual fue un testimonio al trabajo de su vida, una cosa muy conmovedora”, recuerda Galán. Y así fue; días después, cuando su cuerpo prácticamente ya no era su cuerpo, la voluntad de la abogada le ganó a la muerte y fue una última muestra de la coherencia que siempre la caracterizó. Al morir, el personal de la clínica que había compartido con ella en vida, ahora le hacía una calle de honor para darle el último adiós.

El duelo desde las redes sociales

Anamaria Galan
Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

Han pasado un año y tres meses desde la partida de la abogada. Ha transcurrido una eternidad —y, a la vez, un día— desde la muerte de la mamá. 

Aunque estudió Historia del Arte en la Universidad de los Andes, la verdadera pasión de Galán, de 33 años, es la moda. Como consultora, modelo y creadora de contenido, se ha ganado su propio lugar como una de las nuevas voces de estilo en el país.

Al hablar con la joven, su confusión en los tiempos verbales deja entrever que, en ocasiones, su mente no registra que su mamá ya no está. Mientras conversamos, sus ojos grandes se entrecierran y su mirada expresiva se diluye por momentos en el cuadro de flores moradas que era de su mamá y que ahora la acompaña en su sala.

De su mamá heredó el don de la comunicación, el tono de voz contundente, pero cálido, y una especie de humor negro que deja colar una sonrisa incluso en los temas más sensibles. Las conversaciones que desde muy pequeña tenía con sus papás sobre la vida y la muerte la prepararían para poner en palabras su dolor visceral por la pérdida, tanto del cuerpo como del alma.

Anamaria Galan
Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

Hace doce años perdió a su padre, pero en aquel entonces el duelo se sintió diferente. Los tres años que estuvo enfermo de cáncer la prepararon poco a poco para su partida. “Evidentemente, el dolor es horrible cuando llega, pero sí hay alguna parte de uno que empieza a hacerse a la idea. Lo de mi mamá fue completamente distinto, fue una cosa muy sorpresiva. Mi mamá se murió en diez días”, reclama.

En su libro On Death and Dying (1969), la psiquiatra suizoestadounidense Elisabeth Kübler-Ross planteó las cinco etapas en el duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En los quince meses que ha estado “duelando” a su mamá, Galán ha pasado por todas. En orden y en desorden, pasan y regresan. 

Al hablar sobre el duelo, la joven resuena con una idea que planteaba que este no es lineal ni cíclico, sino más bien como una especie de espiral: “Tú vuelves al mismo sitio, pero pasas desde un lugar diferente. He tenido muchas etapas en las que siento que estoy otra vez en el agujero. He estado en varios lugares, pero siempre que vuelvo sé que ya estuve y hay alguna enseñanza del pasado”, reflexiona. 

En esta etapa del duelo, Galán se ha refugiado en los libros y en los pódcasts, entre ellos uno en el que precisamente un discípulo de Kübler-Ross, a quien se le murió un hijo, sugiere agregar una sexta etapa al duelo: el propósito. Y es que ella lo encontró donde menos lo esperaba.

“Cuando mi mamá cumplió un año de haber muerto, le escribí una carta y quería verla en video; lo hice como un experimento para mí. Lo subí a TikTok, porque era casi una red social privada, y ahora es el video más reproducido de todos los que he hecho (más de 447.000 reproducciones). Un día pasé de tener como 200 seguidores a 10.000, y ahí me di cuenta de que a veces el dolor ciega; en ciertas ocasiones, uno piensa que está solo, y creo que todo el mundo ha perdido o va a perder a alguien, y por eso empezó a tener eco”, recuerda.

Anamaría se siente cómoda compartiendo su duelo en redes sociales e incluso siente que el dolor se aliviana si hay con quién vivirlo. “A nuestra sociedad le cuesta mucho hablar sobre la pérdida, estar ahí para las personas que están pasando por un duelo, porque nos metimos en la cabeza que el duelo es una actividad que se vive en privado”, asegura. 

“Se han formado varios grupos de WhatsApp a raíz de mis videos, no conmigo, sino de gente que también perdió a su mamá y quiere participar; hay uno que tiene como mil integrantes. Estos videos no solo han tenido el poder de crear un espacio seguro y de apoyo para mí, sino que han sido un lugar para otras personas, y eso es un regalo”, señala.

Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

Aunque la mayoría de los comentarios a sus publicaciones son de solidaridad y empatía, algunas personas la juzgan. “Por todo aquel que me dice ‘El duelo es privado’ o ‘Qué hace llorando en redes’, hay otros cien que me dicen ‘Gracias por poner en palabras lo que yo no he podido’”, agrega. Y es que los videos de Galán forman parte de las más de 873.000 publicaciones en TikTok con el hashtag #griefjourney (viaje de duelo).

Desde las terapias en su adolescencia a causa de su anorexia, Galán sabe la importancia de contar con un sistema de apoyo con personas que están pasando por las mismas situaciones difíciles. “Reconozco el valor de la comunidad porque pienso que sin esos espacios yo probablemente no habría salido de la enfermedad y es igual en el duelo”, sostiene. Más allá de la virtualidad, su hermano, su novia, sus tíos, su padrino Felipe, su círculo de amigos y hasta su perros Noa y Juana han sido su sostén.

Galán describe cómo se siente el dolor en el cuerpo y quizás eso es lo que ha conectado a las personas con sus publicaciones: lejos de los eufemismos y los lugares comunes, ella ejemplifica cómo se siente la pérdida. Además de una pérdida significativa de peso, en diciembre pasado una bacteria casi la mata, hasta el punto de que debieron reanimarla con adrenalina. “Esa mañana sufrí muchos ataques de pánico, tenía fiebre y temblaba. Yo no iba al hospital porque así se ha sentido mi duelo. No había diferencia. Estarse muriendo de sepsis literalmente se sintió igual a los días que me da duelo”, recuerda.

El peso cotidiano de la ausencia

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Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

“La gente en general les da mucha importancia a las fechas especiales: al primer cumpleaños, al Día de la Madre o a la primera Navidad sin ella. Pero los días más duros para mí no han sido esos, sino el día en que me pasó algo chistoso y quiero llamar a contarle, pero ahí me acuerdo de que ya no está”, reflexiona. 

Extraña esa primera llamada de cada día, su olor a fresco, como a sábanas limpias, escucharla cantar La maldita primavera al lado de la chimenea en la finca de Sopó o que cada una supiera qué le pasaba a la otra sin tener que decir una sola palabra. Extraña esa última llamada cada noche.

La tristeza por la ausencia también se mezcla con cierto enojo porque, en este tiempo sin ella, Galán ha conseguido navegar por el dolor para convertirse en una mujer que no conocía: orgullosa del trabajo que ha realizado, disciplinada, enfocada con sus contenidos “Hablemos de moda” en Instagram y su trabajo con varias marcas. Galán ya prepara un libro sobre su historia y el legado de su mamá.

“En este tiempo me he dado cuenta de que mi mayor enseñanza es que dos realidades opuestas pueden existir al tiempo: este año y medio ha sido el más feo de mi vida, pero simultáneamente ha sido el más lindo”, comenta. 

Un nuevo inicio tras el duelo

Foto cortesía Anamaría Galán de Brigard.

Para la joven, el analfabetismo al lidiar con la tristeza ajena se enfatiza en el duelo, porque este refleja el propio miedo de las personas hacia la muerte. Durante este último año ha identificado algunas frases que, aun cuando son muy comunes y surgen desde una buena intención, no siempre resultan reconfortantes para quien está atravesando un duelo.

“Cuando dices ‘A mí se me murió mi mamá hace un año’ y la otra persona te contesta ‘Ah, no, eso no es nada; a mí se me murieron mis dos abuelas y mi tío la semana pasada’. Aunque la intención no es mala, y trata de decirte entre líneas ‘Yo también pasé por algo horrible’, es supererrado y muy feo. Te invalida completamente lo que estás diciendo”, manifiesta. Expresiones como “Lo que te pasó a ti es mi peor miedo” o “Esa es mi peor pesadilla” también ubican el dolor en quien lo dice, no en quien ha sufrido la pérdida.

“A mí lo que más me ha servido, y que normalmente viene de otras personas que han sufrido una pérdida, es ‘Tienes toda la razón, lo que está pasando es una mierda’, y ya, no necesito que me digan más”, asegura. 

Anamaría ha aprendido a valorar la escucha y la presencia plena, la que no trata de llenar el vacío del silencio. En ocasiones solo necesita que la escuchen, que la dejen ser, que le den la mano, que la abracen, que se sienten a su lado mientras llora la tristeza que no tiene que justificarse: se le murió la mamá y le hace falta. 

Para la joven, el duelo no se supera sino que se atraviesa, como si fuera un puente que se recorre entre el dolor por la ausencia y la alegría por los recuerdos. Isabel Allende, la escritora favorita de la abogada De Brigard, decía: “La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”.

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junio
3 / 2025