Guía de viaje al Parque Nacional Natural El Cocuy

Revista Diners
Imagine la madrugada. Una bruma densa se posa sobre los tejados de Güicán y el primer café humea tímido en la mano. Afuera, las montañas se desperezan lentamente y los glaciares, como ancianos sabios, se despiden de la noche. Así comienza el viaje hacia El Cocuy, un lugar que se visita en silencio, con respeto, casi como al entrar a un templo.
“Visitar el país más megadiverso del planeta es sin duda una prioridad, tanto a nivel nacional como internacional. En 2025, el objetivo es diversificar los destinos ecoturísticos en Colombia y promover áreas menos conocidas, pero igualmente impresionantes. Se destacan lugares como El Cocuy que ofrece experiencias únicas que permiten a los visitantes conectarse profundamente con la naturaleza, además de contribuir a la conservación de estos valiosos ecosistemas”, aseguró Luisz Olmedo Martínez Zamora, director de Parques Nacionales Naturales de Colombia.
Si usted busca el frío crudo, ese que corta la respiración y pinta la piel de rojo, los meses de junio, julio y octubre son los indicados, además de la Semana Santa. Ahora, si lo suyo son los días más despejados y senderos menos agresivos, diciembre, enero y febrero son meses generosos. Además, agosto y septiembre, aunque secos, conservan la fuerza de la montaña en cada piedra.
Cómo llegar, paso a paso al Parque Nacional Natural El Cocuy

Desde Bogotá, la carretera se extiende como un rosario de pueblos y curvas. Son 440 kilómetros que se sienten en la espalda y en el alma. Primero se pasa Tunja, luego Duitama y Santa Rosa, hasta que el paisaje empieza a llenarse de frailejones y el aire se vuelve más delgado.
Desde Soatá, el viajero decide: o Capitanejo y El Espino, o Boavita y La Uvita. Cualquiera de las dos rutas lo llevará al mismo parque. En bus, la historia empieza en el Terminal del Salitre. Un asiento y una cobija hasta llegar a Güicán o El Cocuy cuando el sol apenas se despereza. Allí, los transportes locales esperan para dejarlo en el borde de la caminata, donde se respira el primer silencio.
Costos y rituales previos
No se trata solo de pagar una entrada. Entrar al Cocuy exige una pequeña ceremonia: registro en la oficina, charla obligatoria que lo compromete a cuidar el medio ambiente. Las tarifas oscilan entre $29.000 y $102.500, dependiendo de la edad y el país de origen. El seguro es obligatorio, para que lo atiendan ante cualquier incidente.
Los senderos del Parque Nacional Natural El Cocuy

Laguna Grande de la Sierra
Un sendero noble, pero no por eso sencillo. Salir desde La Cuchumba, subir con paso corto y firme hasta el glaciar del pico Cóncavo. La caminata ronda las 6 o 7 horas y cada paso revela lagunas ocultas y frailejones que saludan como viejos monjes.
Ritacuba Blanco
El glaciar más alto, la meta que muchos se fijan apenas llegan. No es una caminata para principiantes: son seis horas entre el asombro y el esfuerzo. Arriba, el glaciar se asoma como un espectro amable, recordando que el verdadero premio es llegar entero.
Púlpito del Diablo
Quizás la ruta más evocadora. Ocho horas de camino, de sudor y contemplación. El Púlpito emerge como una gran escultura natural, un altar donde cada piedra parece latir.
La altura, ese viejo guardián

La altitud es traicionera. La montaña no perdona el orgullo. Llegar un día antes a aclimatarse es un acto de humildad y supervivencia. Por otro lado, el parque no admite que nadie duerma en su interior. La noche se pasa en El Cocuy o en Güicán, en hostales donde el agua caliente es un tesoro y el café se comparte con la almojábana.
Para comer, mejor llevar víveres propios. Pero si el cuerpo pide un plato caliente, el Hotel Pinares del Carrizalito y Balcones de El Carrizal sirven comida típica de la región.
Dentro del parque, entre frailejones y lagunas, se mueven venados, osos andinos, pumas que acechan en la penumbra. La Sierra es casa y santuario, y los U’wa lo saben bien. Ellos recuerdan la vieja leyenda: al morir, los Laches se transformaban en piedras, y después volvían al mundo en forma humana. Quizá por eso, en el Cocuy, uno siente que las piedras lo observan.
Pero para que la experiencia no se convierta en un suplicio, lo mejor es llevar ropa impermeable y de secado rápido, varias mudas, botas que abracen el tobillo y lo sostengan en los tropiezos. Guantes, gorro, gafas UV, linterna, bloqueador solar y un termo. El Cocuy exige respeto, y el respeto empieza por cuidarse uno mismo.
También es de suma importancia que no toque la fauna ni se acerque demasiado porque se trata de un santuario natural único en el mundo y hay que preservarlo para que las nuevas generaciones también puedan disfrutar de él.
Vaya preparado para regresar distinto. Porque, al final, el verdadero viaje no queda en la foto sino en la retina que supo aguantar paso a paso el inclemente camino a la cima de la imponente montaña que maravilla en el Cocuy.