Miguel Torres reescribe el Bogotazo en clave teatral con El crimen del siglo

El próximo 19 y 20 de abril, el Teatro Colón, en Bogotá, presentará El crimen del siglo, una obra que ficciona la vida del presunto asesino de Jorge Eliécer Gaitán desde la mirada del autor y dramaturgo Miguel Torres. En Diners le contamos todos los detalles.
 
Miguel Torres reescribe el Bogotazo en clave teatral con El crimen del siglo
Foto: cortesía Teatro Colón / La obra El crimen del siglo
POR: 
Daniel Alejandro Páez

La obra de teatro El Crimen del siglo se presentará el 19 y 20 de abril en el Teatro Colón. Esta pieza ficciona la historia del presunto asesino de Jorge Eliécer Gaitán, Juan Roa Sierra, en un intento de explorar cómo pudo haber sido el último año de vida de este personaje antes de ser ajusticiado tras los hechos del Bogotazo. El montaje, protagonizado por Juan José Villalobos en el papel de Roa, busca llevar al público a 1948, pero a través de los ojos de su antagonista. 

El elenco está compuesto por Carmenza Gómez, Cristian Ruiz, Isabel Gaona y otros talentos colombianos. La puesta en escena busca recrear la Bogotá de antaño gracias a una ambientación caracterizada por tonos sepia y vestuario de época. Además, se apoya en un fondo estático que va mutando a través de distintas proyecciones, las cuales sugieren los escenarios por los que transitó Roa: la calle, una oficina, su hogar, la plaza pública. Una elección que mantiene la atención en lo que sucede en el cuerpo y en la voz de los actores. 

El narrador, interpretado por Diego Trujillo, rompe la cuarta pared y acompaña al público en este entramado. La distancia entre uno y otro refuerza la idea de que el protagonista no tiene control sobre el relato, ni siquiera sobre su propia versión de los hechos. En escena, como en la historia oficial, Juan Roa Sierra sigue siendo una incógnita.

La tragedia cómica de un invisible


La obra se basa en la novela de Miguel Torres, publicada en 2006, la cual relata las desventuras de Juan Roa Sierra. Sin embargo, hay un detalle importante a tener en cuenta cuando se habla de esta pieza teatral, y es que los hechos narrados en el libro, y por consiguiente en el escenario, son netamente ficticios.

Es  cierto que el 9 de abril de 1948 las calles de Bogotá ardieron —como bien ha enseñado la historia— con las llamas de un país enfurecido, uno que acababa de perder la oportunidad de cambiar el viraje de su destino político. Gaitán había muerto, esa es una verdad indiscutible, pero aquello de lo que la historia nunca dio certeza es quién fue Roa. 

Torres lo tiene claro: “Juan Roa era un don nadie, un insignificante, alguien que solo destacó porque su final estuvo involucrado con una de las figuras políticas colombianas más importantes del siglo XX”. De hecho, el autor cuenta que al investigar sobre este personaje, todos los datos juntos sobre él cabían en una hoja de papel. 

“Mucha gente ha inventado que yo tuve acceso a archivos de la policía donde estaba la verdadera vida de Roa, y que tomé eso como base para mi obra. Es un gran halago para mí porque no es cierto”, asegura el autor.  Para Torres, Roa era un enigma tanto para él como para el resto del país, y es precisamente por ese motivo que decidió convertirlo en el protagonista de su historia. Se imaginó cómo pudo ser ese hombre, qué sintió a lo largo de su vida, qué ambiciones tuvo, quién pudo ser. No tardó entonces en concluir que se trataba de un ciudadano común y corriente, pero uno que en su opinión, no había causado ningún magnicidio. 

En la obra teatral lo satírico no aparece como una capa decorativa, sino que está en la repetición del fracaso de su protagonista. Roa, incapaz de encontrar trabajo, de cumplir tareas básicas o simplemente de adaptarse, se convierte en una figura que provoca risa, pero también incomodidad. Ese contraste marca el tono del montaje, que por momentos se acerca más a una comedia triste que a una tragedia histórica.

El crimen que desmoronó a todo un país 

Miguel Torres tenía alrededor de 6 años cuando sucedió el Bogotazo, recuerda que por entonces hasta los niños de su edad hablaban de política en el colegio. No significa que tuvieran, claramente, una idea propia basada en argumentos. Se trataba más bien del reflejo de las familias de cada uno, esas charlas que sucedían alrededor de la cena mientras los papás arreglaban el país.

Así el dramaturgo se hizo gaitanista, y del mismo modo recuerda los hechos del 9 de abril. “Siempre he sabido que lo que recuerdo es lo que me contaron, y luego me apropié de esos recuerdos como si fueran míos. Los incendios  o que supuestamente llovió, uno como artista lo que hace es robarse esos recuerdos y contarlos como si fueran propios”, dijo al recordar su infancia. 

Así las cosas, los escenarios se hacen testigos de un recuerdo difuso en el que hay espacio para diferentes perspectivas. Por ejemplo, la idea de que quizás Roa no siempre tuvo deseos de asesinar a Gaitán, o que no terminó en la misma plaza  por decisión propia, sino por una serie de sucesos, cada cuál más trágico e inverosímil que el anterior. Quizás, por otro lado, plantearse que a lo mejor ni siquiera él lo asesinó. “Gaitán tenía muchos enemigos poderosos. Que si la CIA, la Unión Soviética, los conservadores, los mismos liberales. Como bien dice Roa en la obra, cualquiera lo hubiera querido matar”, señaló el director.


El crimen del siglo es una recreación de la vida de su antagonista. Allí, el director quiso retratar un individuo con el que el público se pudiera sentir reflejado, alguien con sentimientos de quien uno pudiera apiadarse, sentir pena. “Hay espectadores que me han dicho que les duele más que lo maten a él que al propio Gaitán” , aseguró el dramaturgo.

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abril
17 / 2025