70 años de carrera artística de David Manzur: “Vivo venciendo problemas”

Adrián Osorio
De la catedral de la Inmaculada Concepción de Barichara, justo frente al parque principal del municipio, se escucha Música para los fuegos artificiales reales, una suite para orquesta compuesta por Georg Friedrich Händel en 1749 y que esta vez interpretan el Coro de Cámara Voci del Mare y la Camerata Heroica de Cartagena.
El espíritu festivo de esta obra precede otro espectáculo de luces, que en esta ocasión adornan el paisaje santandereano en homenaje a los 70 años de carrera artística del pintor colombiano David Manzur.
“Tengo que decir que soy enemigo de estos homenajes, pero no hay más remedio que agachar la moña y aceptar. Lo que sí me agrada mucho es la música, que en esencia rellena todos mis espacios de residencia”, confiesa sin más el pintor, quien recibió 2023 trabajando en su caballete.
Con esa misma actitud incansable se aventuró en 1953 a presentar su primera exposición individual en el Museo Nacional de Colombia, con apenas 24 años y algunas obras figurativas con un acento surrealista.

Desde entonces ha desarrollado un sinnúmero de exposiciones nacionales e internacionales, y una apuesta estética por la que ha recibido reconocimientos como la Mención de Honor en el XVIII Salón de Artistas Nacionales, en 1966, por su obra La Luna de Valentina, y la Beca Guggenheim por dos años consecutivos, en 1961 y 1962.
Su mirada frente al arte, y la vida misma, está marcada por sus años en su natal Neira, Caldas, pero también por sus años de residencia en Guinea Ecuatorial, África, y en islas Canarias, España, en medio de la Segunda Guerra Mundial y el régimen franquista. A su regreso a Colombia, en 1946, Manzur ensayó diversas formas de expresión artística, desde la música y la danza, hasta la actuación y la pintura.
Hace cuatro años se mudó definitivamente a Barichara, desde donde se muestra tranquilo, con el caballete y los pinceles a unos centímetros de distancia, y con el sol de Barichara filtrándose por las ventanas, que por estos días está más intenso que de costumbre.
Maestro David Manzur, ¿cómo son sus días en Barichara?
Nunca, en ninguna parte del mundo, he trabajado tanto como acá, por eso Barichara ha influido en que yo dé pasos en el arte esencialmente atrevidos. Pero no tengo un horario demasiado drástico. Lo que sí sé es que el momento en el que mejor trabajo va de las 6 de la tarde a las 12 de la noche.

Durante el día dibujo y hago bocetos, porque es cuando uno piensa mejor. También hago gimnasia. Aunque hay algunos días perdidos, en los que siento que todo me sale mal y al día siguiente, al ver lo que pensé que iba bien, me doy cuenta de que no era tan bueno como imaginaba.
Y eso es natural, porque la atención mental a los conceptos del arte y el proceso de encontrar una pequeña variante entre cada cosa que hago no siempre se facilita. De todas maneras, vivo venciendo problemas.
La conmemoración se fija a propósito de su primera exposición individual en el Museo Nacional. ¿Qué pasaba en su vida en aquella época?
Uno a esa edad cree que es un genio. En el fondo, los años, el trabajo y los errores me han hecho analizar que ahora, con 93 años, todavía tengo que corregir y aprender.
De manera que de esa primera exposición, si la analizara hoy, rescataría una o dos cosas. Lo demás era el atrevimiento que uno tiene a esa edad por mostrarse. En el fondo, el arte es mucho más serio, la conceptualización se adquiere con el tiempo y uno nunca llega a la cumbre soñada, porque el arte es progresivo.
Y desde entonces no ha dejado de pintar… ¿Cómo ha logrado esquivar las tendencias y mantenerse firme en su propuesta?
¡Ojalá encontrara la fórmula! Pero creo que se debe al entusiasmo, la curiosidad y el afán. Hace unos años fundé un taller en el que revisábamos todas las posturas conceptuales del siglo XX. Y allí me encontré con todo el proceso evolutivo del arte y con un puesto para mí, apoyado por miles de posturas, donde la figuración es importante. De todas maneras, eso no asegura que uno a veces no falle, pero sigo adelante.

¿Tiene algún trabajo pendiente por realizar?
Cada día sueño hacer aquello que la mente me dice que va a ser mi obra maestra. Pero lo que uno piensa es superior a lo que hace. Así que he tenido que acomodarme a no vivir con aquella esperanza de que algo mágico va a llegar, sino que aprendí que el arte requiere paciencia, sin altibajos, como aquel obrero que trabaja constantemente, sin pensar a dónde va ni de dónde viene.
¿En qué trabaja actualmente?
El acontecimiento importante por estos días es la aparición de un libro sobre mi obra hecho por la editorial Skira en Italia. Yo vivo muy agradecido por eso.
El cambio de año para mí no significa mucho, solo unos fuegos artificiales, que vi con Felipe mientras trabajábamos, como especie de superstición para trabajar mucho más el siguiente año. Aunque debo confesar que hay momentos en los que me provoca tirar la toalla.
Sin embargo, intuitivamente vuelvo a la imagen visual y a la esencia del pensamiento, que es el dibujo. Y con el dibujo resuelvo todas las formas que puede haber en la pintura. Es una especie de lucha interna constante, que ojalá nunca pare, porque esa lucha me mueve a trabajar con la misma fuerza que he tenido todo este tiempo.