Una visión panorámica de la obra de Jim Amaral

Revista Diners
En la cuadra de la avenida Caracas con calle 26, en Bogotá, hay una expresión que se ha convertido en moneda corriente en las últimas semanas: “Ya no hay cupo”. En esta zona de la ciudad está ubicada la Torre Atrio y ya se volvieron comunes las filas de personas interesadas en ingresar a la exposición Jim Amaral: etcéteras. Sin embargo, la acogida ha sido tal que varios de los interesados han aceptado que no lograrán entrar y que deberán probar suerte otro día. Llenar el formulario de inscripción previa por internet no asegura el ingreso a la exposición.
Los que pueden entrar tienen a su disposición dos salas, en el piso 30 y en el piso 4 de la torre norte de Atrio, en las que pueden explorar la magnitud de la obra de este artista estadounidense, que reside en Colombia desde hace más de sesenta años y que se convirtió en el pionero de una representación matizada por la sensualidad y la sexualidad.
Resguardadas por el diseño de esta nueva construcción, inspirada en la vida urbana de la ciudad y en la que se combinan espacios abiertos con imponentes estructuras, se despliegan más de 250 piezas en la primera retrospectiva dedicada a Amaral.
La exposición, que estará abierta hasta el 24 de marzo, se convierte de esta manera en un viaje único, pues la exploración de la estética de uno de los creadores más importantes de las artes plásticas del país se complementa con el majestuoso marco de la vista panorámica de Bogotá que ofrece la Torre Atrio. La cotidianidad del clima bogotano y sus edificaciones se fusionan y se convierten en una especie de telón de fondo móvil sobre el que interactúan visitantes y piezas artísticas, para generar así una especie de apacible filme vanguardista.
En el aspecto cronológico, Jim Amaral: etcéteras ofrece la posibilidad de apreciar periodos como los de las décadas de 1960 y 1970, en los que el artista se interesó por dibujos y combinaciones inquietantes de partes del cuerpo. Órganos sexuales, flores con labios u orejas como pétalos y seres biomórficos se contaron entre su producción de esa época.

En 1980, Amaral se dedicó a composiciones marcadas por tonos sombríos y terracotas. Esta búsqueda es el punto base de la serie Frutos del duelo, que se puede recorrer en la sala de exposiciones temporales de Bancolombia (piso 4), compuesta por reformulaciones de frutos secos y momificados extendidos sobre superficies con diversos patrones.
Temas mitológicos y sobre la condición humana, representados en masas de bloques compactos, son la característica de la producción de Amaral en la década de 1990; por otro lado, de sus creaciones en este siglo XXI se pueden apreciar algunas de sus instalaciones y esculturas en las que, a partir de materiales como el bronce, combinó figuras geométricas para crear paisajes de carácter desolador e, incluso, máquinas desgastadas que parecen desperdicios del futuro.
Como lo refleja esta muestra, Amaral ha construido un mundo ecléctico en el que navegan fantasías, referencias culturales, históricas, mitológicas, psicoanalíticas e, incluso, excéntricas. Esa característica de variedad es justamente lo que esperaba reflejar el nombre que se escogió como título, ese adverbio proveniente del latín que tan indiscriminadamente se usa, pero que tanta potencia tiene.
Según Eugenio Viola, curador jefe del MamBo (Museo de Arte Moderno de Bogotá) y quien está a cargo de la curaduría de la exposición, esta experiencia brinda la posibilidad de redescubrir, a través de obras reconocidas y otras poco exhibidas, la singularidad del trabajo disruptivo y eminentemente subversivo de este artista enigmático y visionario. “Su manera de cuestionar principios de identidad y transgresión, que desarrolló coherentemente a lo largo de sesenta años de carrera, hacen de Amaral un artista particularmente cercano y relevante para nuestra sensibilidad contemporánea”, explica Viola.
Las más de seis décadas de carrera de Amaral también se han caracterizado por su investigación de los campos del dibujo, la escultura y la pintura y, además, por su interés en el desarrollo de un lenguaje en torno a la intimidad y lo erótico de las figuras masculinas y femeninas. Su apuesta ha sido, entonces, la desmitificación del cuerpo.
La directora del MamBo, Claudia Hakim, asegura que esta será la primera de una serie de homenajes que el museo hará a lo largo de 2023. “Nos enorgullece exaltar la trayectoria de artistas como Jim Amaral, uno de los primeros surrealistas en Latinoamérica y quien siempre ha tenido una relación muy cercana con el museo”, añade Hakim.

Atrio, un espacio nuevo para las artes
El MamBo, que este 2023 celebra sesenta años de existencia, inició una apuesta por expandir su oferta artística y conquistar nuevos espacios. Así nació “MamBo Extramuros”, programa que en esta ocasión llega a la Torre Atrio.
Esta construcción está dividida en dos torres: la norte, de 201 metros de altura, y la sur, de 268. Además de oficinas, un hotel, apartamentos y restaurantes, Atrio tiene un observatorio y espacios reservados para exposiciones. La Sala de Arte Bancolombia aloja, por ejemplo, una colección de 350 piezas de artistas como Fernando Botero, Alejandro Obregón, Eduardo Ramírez Villamizar, Ómar Rayo, Enrique Grau, Édgar Negret, Luis Caballero, Ignacio Gómez Jaramillo, Pedro Nel Gómez y Francisco Antonio Cano.
(Le puede interesar: 70 años de carrera artística de David Manzur: “Vivo venciendo problemas”).