El artista Carlos Motta expone en el MAMBO contra los estigmas del VIH/sida

Revista Diners
Las manos se aseguran con nudos fuertes, precisos. Cada nueva atadura se explaya en esa pantalla gigante y es tan contundente que el espectador la siente palpitar en sus propias muñecas. Son las manos del artista Carlos Motta que están siendo amarradas de esta manera y su cuerpo desnudo colgará invertido, en una pose similar a una crucifixión, aunque, en vez de clavos, sus extremidades están aseguradas con esas cuerdas que se suelen usar en las prácticas sexuales del BDSM.
Las imágenes pertenecen al registro en video de la performance Mundo invertido, en el que el artista colombiano radicado en Nueva York le da una mirada contemporánea y contestataria a la iconografía religiosa que dominó el discurso pictórico. La pieza, de hecho, se basó en las pinturas de La crucifixión de San Pedro, de Caravaggio y Guido Reni.

El registro en video de Mundo invertido forma parte de la exposición Stigmata, que se podrá ver hasta el 11 de junio en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, y en la que se plantea una mirada a la historia del VIH/sida en Colombia.
Carlos Motta en el MAMBO
La exposición, curada por Eugenio Viola, se divide en dos niveles; el primero recoge obras en las que Motta reflexiona sobre las disputas históricas de las minorías sexuales, y en el segundo se pueden recorrer dos trabajos: Hilos de sangre, una línea cronológica en la que Motta trabajó con el historiador Pablo Bedoya, y Virosis, exposición temática que reúne obras de más de treinta artistas colombianos.
“Uno de los elementos fundantes de la poética de Carlos es concentrarse sobre las historias no escritas y sobre las poblaciones socialmente vulnerables. Entonces decidimos investigar la historia del VIH/sida en Colombia, algo que nunca se desarrolló de una manera tan orgánica. El trabajo Hilos de sangre es fruto de una investigación que duró más de un año en todo el territorio nacional, porque la percepción de esta enfermedad en Bogotá sigue siendo muy diferente a la de la costa del Caribe o la costa del Pacífico”, asegura Viola.

Mundo invertido forma parte de Réquiem, un trabajo que Motta estrenó en el Festival Sui Generis en Italia en 2016 –curado por el propio Viola– y que se complementa con un video en el que el performer Ernesto Tomasini reinterpreta en estilo queer el Libera me del famoso Réquiem de Gabriel Fauré y con El fin de la crucifixión, inspirado en la Teología indecente de la argentina Marcella Althaus-Reid.
Teología indecente fue una de las bases a partir de las que Motta construyó esa narrativa que revierte la dialéctica religiosa desde la voz de poblaciones vulnerables, señaladas históricamente por su diferencia.
“Aunque hoy no se muera más de VIH/sida, el estigma conectado a esta enfermedad sigue. Dado que el arte tiene que ir contra todas las discriminaciones, no simplemente de género sino también religiosas, sociales y culturales, la exposición se llama Stigmata, plural que viene del griego y que se refiere de una manera más amplia al estigma social que afecta lamentablemente a la sociedad”, afirma Viola.
Las salas de Stigmata
En el primer nivel de la exposición (sala Alejandro Obregón) está ubicado un espacio que Viola llama La Gran Galería: una de sus paredes está poblada de autorretratos de Motta y al frente se puede ver La caída de los condenados, una poderosa serie de dibujos de grafito que va del piso al techo. Cuerpos humanos a escala real y animales como culebras, pirañas, hienas y murciélagos se confunden en este inmenso enjambre, que quema la retina a pesar de la neutralidad de su escala de grises.
“Es un espacio como las galerías de los palacios aristocráticos y decidimos con Carlos construir una cuadrería con sus autorretratos. Esta era la manera como los antiguos palacios italianos presentaban la colección del aristócrata, que tenía un criterio expositivo muy diferente a los museos modernos. Análogamente, al frente, hemos transformado este dibujo de Carlos que recuerda composiciones y obras escultóricas italianas, como las representaciones del infierno de Luca Signorelli”, añade Viola.

A medida que se avanza por las salas de Stigmata se puede apreciar con mayor profundidad no solo la creatividad, sino la versatilidad con la que Motta aborda el planteamiento central de la obra. Lo hace, por ejemplo, en cuerpo ajeno, con videos de la instalación Seis actos: un experimento de justicia narrativa. En estos, reconocidos actores del teatro colombiano como Carmiña Martínez y el fallecido Francisco Martínez recitan discursos de líderes políticos liberales y de izquierda asesinados.
Otra desgarradora pieza, también en formato de video, es Legado, en la que Motta, de frente a la cámara, intenta recitar una línea temporal sobre el VIH/sida mientras su boca está limitada por una mordaza metálica. La angustia y la impotencia se materializan en la mente del espectador viendo a Motta avanzar en la accidentada lectura de su discurso.
En el segundo nivel (sala Carlos Rojas) conviven la variedad de estéticas de los trabajos de Virosis con los datos documentales de Hilos de sangre. El discurso entonces no se queda solo en lo contestatario, sino que conmueve por mostrar con una sinceridad poética los estragos de esta epidemia.
“Es necesario seguir trabajando sobre estas temáticas, Virosis es conmovedora porque también se ve cómo cambia la percepción de la enfermedad, de los trabajos de los artistas en la década de 1980, cuando el sida era automáticamente un veredicto de muerte, a cómo después, en años más recientes y con el descubrimiento de los retrovirales, esta concepción se modificó. Pero, lamentablemente, el estigma no cambió”, finaliza Viola.
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