El futuro del arte colombiano, una cuestión de contexto

Adrián David Osorio Ramírez
La noticia la dio, a través de la radio, el periodista Julio Sánchez Cristo: Fernando Botero había fallecido la mañana del 15 de septiembre en Mónaco. Su muerte vino acompañada de un sinnúmero de homenajes al artista más reconocido de la historia de las artes plásticas en Colombia.
Para Eduardo Serrano, curador e historiador de arte, la noticia conllevaba mucho más. “Con la muerte de Botero culmina la etapa de Marta Traba, de los artistas que ella impulsó: Obregón, Ramírez Villamizar, Negret, Grau y, finalmente, Botero. Con el fin de esta generación tiene que venir una renovación en el arte colombiano y hay muchos senderos por los que este puede encaminarse”.
Si bien la célebre curadora y crítica de arte argentina (nacionalizada colombiana), fundadora del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), afirmó en su momento que no creía que hubiera un arte colombiano, sino un arte que se realizaba en Colombia, hoy en día es posible identificar una especie de “colombianización” de las artes plásticas.

Camilo Chico, curador y director de la galería La Casita, explica que “el arte colombiano siempre ha estado enmarcado por agendas internacionales, pero de una manera muy nuestra, con una apropiación que lo colombianiza todo, al igual que sucede con la gastronomía”.
“El arte es una cuestión de contexto y su gran poder metafórico consiste en partir de una perspectiva específica para proponer un mensaje universal”, explica Eugenio Viola, curador en jefe del MAMBO: “Por ejemplo, el trabajo del artista vallecaucano Rosemberg Sandoval está enfocado en un contexto totalmente colombiano, sobre la inseguridad y la violencia social que ha afectado al país. A partir de esta cuestión específica, se propicia una reflexión general sobre el exceso de violencia y la inequidad en la sociedad contemporánea”.
Después del boom
Esta mirada particular de los artistas colombianos cobró una singular relevancia internacional en 2015, cuando Colombia fue el país invitado de ARCO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, y medios como el Financial Times nombraron el fenómeno como el “boom de los artistas colombianos”. Ese mismo año, la Feria Internacional de Arte de Bogotá (ARTBO) celebró su décimo aniversario y se consolidó como la plataforma más importante de su tipo en la región, a lo que se sumó el nacimiento de San Felipe como distrito artístico y cultural.
“Fue un verdadero boom de interés por el arte colombiano desde la perspectiva global, pues ese año vinieron muchos coleccionistas extranjeros; fueron momentos importantes en materia de exposiciones internacionales”, recuerda María Wills, directora de la Unidad de Artes y Otras Colecciones (UAOC) del Banco de la República de Colombia.

Sin embargo, “ahora que ya superamos ese boom del arte colombiano, hay un interés más consistente, ya no es una cuestión de moda. Está clara la solidez de los artistas colombianos, quienes abordan ahora una dinámica articulada con las preocupaciones del mundo: temas urgentes como la sostenibilidad, la posibilidad de permanecer en este planeta, la importancia de cuidar los recursos y de saber para qué sirven las prácticas culturales. Hay una sensibilización de las prácticas en general y eso me entusiasma”, le dice a Diners el guatemalteco Emiliano Valdés, curador jefe del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM).
Mucho de esto tuvo que ver con la pandemia de covid-19. Sylvia Suárez, historiadora e investigadora de arte, asegura que “en el arte, el cisma de la pandemia trajo cuestionamientos muy profundos sobre nuestra realidad, nuestros acuerdos sociales, las dinámicas de la relación con el planeta, así como también un impulso fuerte por involucrar esa dimensión crítica asociada a lo antropoceno”.
Por su parte, Camilo Chico agrega que la pandemia de covid-19 “depuró muchos espacios en el ámbito social y permitió, de una u otra manera, que los procesos sólidos continuaran, y los que no lo eran tanto, pararan”.

La reapertura luego de la pandemia, y la crisis económica que ocasionó con su paso, llevó también a una “especie de comercialización agresiva del sector, en la que todo tomó un tinte comercial, que no es lo natural. Por desgracia, no hay muchas opciones, porque la infraestructura cultural es precaria, existen relativamente pocos museos, y las becas, ayudas e impulsos no son suficientes para vivir”, detalla Emiliano Valdés.
“Lo veo en Medellín, que hace unos años estaba llena de espacios independientes, pero en este momento hay iniciativas comerciales sin la claridad y la estructura que debería generar una plataforma comercial bien formada. Es un comercio en el que se benefician pocas perso- nas y que no contribuye a un ecosistema de arte saludable”, añade el curador del MAMM.
Los retos en común del arte colombiano
Durante los primeros meses de este 2023, Bogotá vivió un sorprendente fenómeno en las artes plás- ticas: más de 50.000 personas se desplazaron hasta las Torres Atrio, en el centro internacional de la ciudad, para conocer de cerca la exposición “Jim Amaral: etcéteras”, organizada por el MAMBO.
El curador jefe de este museo detalla que, en Colombia, “las instituciones todavía tienen una fragilidad conectada a la falta de recursos, lo que se refleja en un sistema del arte menos competiti- vo; desde mi perspectiva institucional, he luchado por esto. Por ese motivo estoy orgulloso de logros como la serie “MAMBO extramuros”, de la que formó parte la muestra de Jim Amaral”.

Para Camilo Chico, esta exposición demostró que “el tema de los nuevos públicos está muy bien. Lo mismo pasó con la instalación Condiciones aún por titular, de Óscar Murillo, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional. Son cosas espectaculares que no se ven con frecuencia. Si logramos atar este lugar de espectacularidad a las artes plásticas en el país, formaremos nuevos públicos y más coleccionismo”.
Mirando hacia el futuro, a esta necesidad de formación de públicos y coleccionismo se suman aspectos como un mayor apoyo de los sectores público y privado, la implementación de una sostenibilidad transversal, un aumento en la exposición del arte local en el ámbito internacional y una tendencia al abandono de las grandes ciudades.
Sobre esto último, Sylvia Suárez explica lo si- guiente: “Seguramente, lo que va a haber es una irrigación, que ya empezó con la migración de muchos artistas, que se formaron en la ciudad, a sus lugares de origen. Con su creatividad, van a ir abriendo camino allá y generando propuestas, unas muy anacrónicas y otras futuristas. Tenemos también un movimiento muy fuerte de construc- ción de subjetividades políticas emergentes, pues las luchas en términos de equidad de género y la mirada con fuertes intenciones decoloniales han marcado el destino”.