Andrea Wild Botero: la ilustradora colombiana lanza una nueva colección

Diners conversó con Andrea Wild Botero sobre su camino profesional y su más reciente colaboración artística. La nieta del maestro Botero dirige su propio estudio de Ilustración: "Pickled Pulp".
 
Andrea Wild Botero: la ilustradora colombiana lanza una nueva colección
Foto: Foto cortesía Andrea Wild Botero
POR: 
María José Marroquín

Cuando piensa en su infancia, Andrea Wild Botero sonríe y trata de encontrar las palabras para describir esa mezcla de lugares, experiencias y universos que definirían sus primeros años. Luego de escucharla hablar sobre su vida, desde su casa en Londres, coincidimos en que itinerancia puede ser una buena palabra para expresarlo.

Itinerancia, pues no ha parado de moverse por el mundo absorbiendo miradas, aproximaciones y aprendizajes que hoy hacen de esta historiadora del arte y directora creativa de su propio estudio de ilustración una nómada con corazón colombiano.

“Nací en Bogotá y viví allí los primeros ocho años de mi existencia. En la década de los noventa la cosa era complicada, pero en 1996 todo se puso muy difícil. No podíamos hacer nada, ir a casi ningún lugar, pero ya cuando a mi hermano Nicolás y a mí nos intentaron secuestrar, nos tocó irnos del país”, recuerda.

Definitivamente, Colombia no era un lugar fácil para nadie en esa época, pero ser la nieta del maestro Fernando Botero y formar parte de una de las familias con mayor exposición del país no ayudaba para nada en temas de seguridad. Así fue como Andrea —hoy de 37 años— y su hermano llegaron a Nueva York, sin hablar ni una palabra de inglés, a intentar adaptarse a un nuevo entorno.

Foto cortesía Andrea Wild Botero

En la Gran Manzana estuvieron un año; después vinieron Londres, Ciudad de México y Zúrich, entre otras ciudades. Como tocada por la metáfora del uroboro y su simbología cíclica de la unidad del tiempo, regresó en diferentes momentos de su vida a Nueva York, Ciudad de México y Londres, donde reside actualmente con su marido y sus dos hijos.

A pesar de no haber vivido tiempo completo en Colombia desde esa primera partida, su conexión con el país se ha mantenido intacta. Y eso se percibe al hablar con ella, pues la conversación se siente tan natural como solo se sienten las charlas con alguien con quien se comparten las raíces, los mundos íntimos que se desprenden de una cultura común y los referentes del diario interiorizados.

“Nosotros seguimos pasando mucho tiempo en Colombia. Finalmente, mi papá continuó viviendo allá y nuestras vacaciones las pasábamos con él entre una casa en San Andrés y una finca en el Tolima, o en Cartagena con mi familia materna; nunca me desprendí de esa identidad. Yo soy colombiana, y nunca me he sentido ni mexicana, ni americana, ni de ningún otro lugar”, asegura.

Esta esencia colombiana con muchos toques tropicales se ve reflejada en las ilustraciones y los diseños que hoy plasma con delicadeza y algo de humor en sus creaciones. Esas mismas que hoy la tienen ad portas de presentar al mundo su colaboración con Agua by Agua Bendita, una de las marcas colombianas de vestidos de baño y ropa de playa con mayor proyección en el mercado internacional.

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Ilustración de Pickled Up, el estudio de ilustración de Andrea Wild Botero

Decir que el mundo del arte le estaba predestinado mucho antes de nacer podría sonar pretencioso, pero lejos de serlo es una realidad que simplemente se vivía y se respiraba en su entorno inmediato con tal naturalidad y rigor, que resultaría imposible no vivirlo con pasión. Su abuelo, el maestro Botero —fallecido el 15 de septiembre de 2023—, no necesita presentación alguna ni en Colombia ni en el mundo.

Su abuela materna, Gloria Zea, fue una de las figuras más determinantes de la escena del arte y la cultura en Colombia. Su madre, Lina Botero, es curadora e interiorista, y su padre, Alfred Wild, fue también un destacado galerista.

Así que no sorprende que, después de graduarse del colegio en México, ya tuviera claro que ella quería ser marchante de arte. Se decidió por estudiar Bellas Artes e Historia del Arte en la Universidad de Pace, en Nueva York. “Si lo entiendo, si lo sé hacer, si lo sé apreciar, lo voy a poder curar y vender mejor. Y la ecuación resultó, pues finalmente fui marchante de arte durante casi once años”, explica Andrea.

Comenzó este camino en un lugar como pocos: la galería de arte Acquavella, también en Nueva York. Reconocida entre otras cosas por tener uno de los inventarios de obra más impresionantes del mundo, en esta galería se exhiben regularmente obras de Cézanne, Monet, Degas o Picasso. Luego, Andrea decidió irse a Londres a hacer la maestría en Art Business en la casa de subastas de Sotheby’s para reforzar su formación.

De allí saltó a Zúrich, después volvió a Londres, y ya en la capital de Inglaterra reapareció el uroboro, cuando a ella y a su esposo les empezó a tentar la idea de retornar a Latinoamérica.

Regresó a México con su marido, donde vivieron por seis años, tiempo en el que fue la directora de Desarrollo Internacional del Museo Tamayo, la fundadora de la muestra inmersiva Salón Nómada La Milagrosa y luego la directora comercial de la galería OMR.

En esas estaba cuando ocurrió un apagón colectivo. Ese alto en el camino que a todas las personas vivas en ese momento les supuso un antes y un después: la pandemia del 2020. Andrea no lo sabía aún, pero esos meses de encierro e incertidumbre iban a cambiar por completo el rumbo de su vida profesional y de su proyecto de vida. Esa crisis de salud global iba a ser la ocasión para materializar un deseo no manifiesto, pero latente desde siempre.

“Estaba en Careyes, en la costa pacífica mexicana, y de repente el mundo cambió. Cuando pasó el boom de los encuentros por Zoom y entró la ansiedad de ‘¿Y ahora qué hacemos?’, empecé a pintar como una forma de terapia. Por casualidad, mi cuñada encontró la paleta de acuarelas de mi esposo cuando era chiquito y se la mandó a mi hijo.”

“Empecé a pintar con eso escenas de mi cotidianidad: un pulpo, unos peces, algo de la vegetación local… Y cuando esa paleta se acabó, comencé a dibujar en un iPad que también tenía por casualidad. Montaba mis dibujos a mi cuenta personal de Instagram; al principio, nadie entendía que yo era la que estaba detrás de la imagen, pero a la gente le empezó a gustar mucho lo que publicaba y a preguntarme por los dibujos.”

Al revelar la identidad de la artista detrás de la imagen ilustrada, el éxito fue rotundo. Sus amigos comenzaron a pedirle encargos: un dibujo aquí para una invitación, un dibujo allá para enmarcar y hacer un regalo especial. Andrea —que para ese entonces estaba embarazada de su segunda hija— se sentía encantada.

Sin esperarlo, llegó su primer cliente formal. Un amigo suyo, experto en matrimonios de lujo en México, le propuso hacer la identidad visual de una boda, a lo que ella aceptó con más emoción que con conocimiento de causa, pues nunca pensó que esta nueva actividad se convertiría en un negocio.

Gracias a esto, comenzaron a llegarle más propuestas para otros eventos y clientes, como la marca de trajes de baño colombiana Verde Limón, a la cual recuerda con particular alegría pues no pudo resistirse a hacerle una colección con una serie de sus dibujos. “Lo de Verde Limón fue un primer hito para mí. Era una locura muy emocionante y retadora, porque además se juntó con el nacimiento de mi hija. Ella nació el 2 de diciembre y mi fecha de entrega era el 16 de diciembre, así que te podrás imaginar el estrés”.

A partir de ese momento surgió Pickled Pulp, su estudio de ilustración, que empezó enfocado en papelería de lujo ilustrada e Identidad visual para eventos y bodas. Poco a poco, este emprendimiento, se ha ido convirtiendo en un universo de posibilidades gráficas a la medida de la imaginación de sus clientes, entre los que se cuentan Bulgari y Silvia Tcherassi. Invitaciones, menús, animaciones y diseños para páginas web, ilustraciones bordadas en tela y otras maravillas, todas hechas por su pluma.

Adelantándose a mi siguiente pregunta, Andrea ríe una vez más y dice: “No me preguntes por qué se llama Pickled Pulp o qué significa exactamente. El nombre salió orgánicamente con una amiga mientras estaba embarazada de ocho meses, uniendo palabras al azar, hasta que junté dos conceptos que tenían sentido para mí en ese momento. Pickled (que en español traduce algo así como ‘en salmuera, encurtido o conservado’) me gustó porque hace referencia a lo preservado, y Pulp (pulpa), que se puede referir tanto a la fruta como a la pulpa del papel, mi insumo primigenio. Me gustó como sonaba y así se quedó”.

Andrea Wild Botero y una nueva colaboración


Hace un año comenzaron las conversaciones con Catalina Álvarez y Mariana Hinestroza, fundadoras de Agua by Agua Bendita, quienes vieron una de las ilustraciones de la nieta del maestro Botero por intermedio de una amiga en común y tuvieron el instinto inmediato de hacer una colaboración con Andrea.

Sí, con Andrea, no con Pickled Pulp. Con Andrea Wild, la ilustradora, la diseñadora, la directora creativa de Pickled Pulp. La mujer a la cabeza de un prestigioso estudio, pero que tiene su voz creativa, su pluma y su visión propia y única.

“Fue increíble porque al principio, apenas empezando con el estudio, hice una lista de marcas con las que soñaba colaborar y Agua era la primera de la lista. ¡Estaba alucinando!”, cuenta. “El equipo de Agua es maravilloso, talentoso, comprometido y muy riguroso. Trabajar con ellos ha sido una de las mejores experiencias en este camino, ya que para ambas partes fue retador, pero a la vez muy enriquecedor, materializar nuestra visión conjunta”, explica.

De esta sinergia nace Secreto, la colección de Agua by Andrea Wild que verá la luz en la primavera de 2025. “Wild”, la cápsula que lleva su nombre, será una celebración de esa identidad que no la abandona, una oda a ese trópico que le evoca, en una sola imagen, sonidos, olores y sensaciones.

Andrea Wild Botero en colaboración con Agua By Agua Bendita – Foto cortesía Andrea Wild Botero

“La inspiración de la colección es mi niñez en Colombia, sobre todo de los tres lugares donde pasé tantas vacaciones: San Andrés, Tolima y Cartagena. Cada uno de los veinte elementos presentes es algún recuerdo especial o representa a alguien en particular. Por ejemplo, hay un loro que se está comiendo una guayaba. Ese loro se llamaba Roberto y lo tenía mi abuelo en su finca en Medellín. Hay también hortensias blancas, la obsesión de mi abuela Gloria (Zea) y de mi segunda abuela, Sophia (Vari).

Está la luna con una enredadera que recuerdo del papel de colgadura de mi cuarto, cuando era chiquita. Hay un jarrón inspirado en uno de los cuadros de mi abuelo, pero lleno de duraznos, que era lo que comía mi abuela todo el día… Y así todo”, rememora.

Andrea no termina de decir esto último y mi mente ya está trayendo a la imaginación esos estampados que vienen con su propia brisa fresca en una hora dorada del Caribe. Al fondo, el sonido de los pájaros se mezcla con la voz de un vendedor de frutas, mientras de un local esquinero sale esa canción que todos nos sabemos de una de esas grabadoras que todos conocemos. Suspiro. Le agradezco el haberme transportado a esa imagen, la amena conversación y me abstengo de desearle suerte con el lanzamiento porque sé que no la va a necesitar. Como todo lo anterior, tengo la certeza de que este nuevo capítulo va a estar muy Wild.

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febrero
10 / 2025