Conozca las 12 obras que provocaron escándalo en el arte colombiano

Obras que hoy nos parecen naturales, ayer fueron causa de censura o anatema. Sus autores estuvieron en La Picota pública por irreverentes o audaces. Diners presenta los casos más resonantes, desde Fernando Botero hasta nuestros días,
 
Conozca las 12 obras que provocaron escándalo en el arte colombiano
Foto: Botero
POR: 
Fausto Panesso

Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 302 de mayo de 1995

Bajo la idea de que ya nada nos asombra, o de que la óptica de los artistas ya no difiere en nada con la del resto de los mortales, parecería que los artistas, todos, antiguos y modernos, hayan gozado siempre de una especial licencia para crear y manifestarse usando de su omnipotencia como a bien tengan.

Pero la verdad es que para muchos no ha sido fácil encontrar vía libre. Dejando de lado los impresionistas, que como se sabe sufrieron el escarnio y pasaron su pésimo cuarto de hora y limitándonos a Colombia, habría que recordar la Moderna Exposición Francesa del 13 de agosto de 1922 en Bogotá.

Esas primeras muestras de cubismo y futurismo exasperaron y defraudaron a un medio ambiente chato y provinciano, que esperaba de la muestra francesa otra clase de luces y libertades, bien distintas de las que exhibían las obras presentadas.

El antagonismo suscitado por la muestra puede medirse por el tono de los críticos del momento. Rafael Tavera, por ejemplo, el más estructurado de los comentaristas y dueño por tanto de la voz cantante, se lanzó a la palestra con perlas como esta:

“Pocos choques tan desagradables he recibido en mi vida como el producido por la vista de estas obras”.

En cuanto al grueso público, la considerada incluso una tomadura de pelo, una jugarreta del mal gusto proveniente del país hacia el cual miraba el mundo como Meca de la cultura y el arte: y el propio rector de la Escuela de Bellas Artes, no un pinta-monas cualquiera sino todo un pintor como lo era Ricardo Borrero Álvarez, creyó su deber desplegar un cordón sanitario para aislar la Exposición y evitar así que los alumnos se “perdieran” con los cantos equívocos y malignos que podían desprenderse de estas parisienses voces de sirena.

Desde entonces, artistas como Negret, Sergio Trujillo, Fernando Botero, Feliza Bursztyn, Beatriz González, Ana Mercedes Hoyos y Bernardo Salcedo -para solo mencionar algunos- han estado en la picota pública.

Diners ha querido dedicar este espacio a los artistas que voluntaria o involuntariamente (caso de Epifanio Garay) han violentado el ambiente artístico y han salido incólumes, a los que han caminado sin miedo y logrado sobrevivir en ese amplio juego a vida-muerte de la pintura y de la escultura.

Andrés de Santamaría


Retrato de María Mancini a caballo.


¿Quién no reverencia este nombre a estas alturas del siglo? ¿Quién no le concede ser el interlocutor en el país de un expresionismo sui géneris, en el que el color se convierte en “carne” de la pintura? ¿En qué colección importante no se tiene o se aspira a tener un suntuoso cuadro de este nombre? Y sin embargo hace cien años, hacia 1893, se le impugnó acremente sin buscar el porqué ni el cómo, o por obra y gracia de qué escuela. Santa María había producido “caballos azules, árboles morados y cielos amarillos”.

Epifanio Garay


La mujer del levita.


Considerado el más extraordinario y hermoso desnudo de la pintura colombiana en el siglo pasado, le trajo tanta polémica a su autor que debió defenderse hasta con notario y testigos presenciales de su labor, para demostrar que no lo había copiado de ninguna fotografía.¡Tanta era su perfección académica!

Edgar Negret


Cabeza homenaje al maestro Valencia.


La popayán de hace 50 años se dividió tajantemente en dos bandos: el que formaba el mismo Negret con Jorge Oteiza, el gran escultor que por entonces era su maestro, y en el que “frenteaban” los dos, hombro a hombro contra todos, y el de -todo-los-demás contra ellos, acusándolos de desacato e irreverencia en el tratamiento dado a la cabeza del poeta.

Sergio Trujillo


Mujer sobre un campo de césped.


Con este bucólico cuadro el autor se incorporó en 1936 al grupo de los pintores vetados y “botados” de posibles salones y saloncitos privados.

Este cuadro “insinuante e inmoral”, según sus propias palabras le produjo amonestación de la iglesia y editorial de Laureano Gómez en El Siglo.

Fernando Botero


Cámara degli Sposa.


A mediados de 1958, Botero fue premiado en el XI Salón Nacional y produjo una tremenda conmoción. El país se alzó prácticamente en armas y se dividió entre los que abanderados por Marta Traba, presentían la aureola de sus futuros universales éxitos, y el grueso público y la gruesa crítica que se referían a la invenciones de este terrible figurativo, en términos de “monstruos engendrado por Mussolini en una campesina italiana”, al decir de un famoso crítico norteamericano.

Carlos Granada


Solo con su muerte.


Este fue el último título del cuadro de Granada que obtuvo en 1964 el Primer Premio del Salón Nacional. Pero leamos a Granada: “Sobre este cuadro se escribió más de la cuenta. Todos los días salía un artículo, y la razón principal fue porque a Marta Traba no le gustó el premio. Esto por un lado, y por el otro, por ser una alusión directa a la violencia oficial de la que nadie quiere hablar. El hecho concreto es que durante más de un mes no pude contestar el teléfono sin oír una amenaza y un putazo al otro lado de la línea. Tuve que esconder el cuadro y cambiar el número de teléfono”.

Débora Arango


Solo hasta hoy, a la luz del tiempo, se le ha otorgado un pequeño reconocimiento a esta pintura que nos introdujo con su fantasía, su valor y su desparpajo, ¡y desde hace más de 50 años! En el universo del desnudo y las prostitutas.

Decir que se trata de una creadora discutida, polémica, son solo eufemismos para tapar la ferocidad con la que fue atacada por el “país paisa” y los episodios que protagonizara hacía 1939 y 1940, víctima de la Liga de la Decencia que se constituyó en Antioquia.

Pedro Alcántara


Ha sido el más claro ejemplo de arte político o “comprometido”, hasta el punto de ser el único artista que ha llegado a senador de la república.

Lo que no se le perdonaba a Alcántara es que siendo dueño de una línea vigorosa y de un sólido oficio como grabador, lo pusiera al servicio de sus antihéroes, que no son otros que los personajes que han padecido la violencia, o hecho a su vez la violencia en el país, como Quintín Lame (de quien es este retrato), o guerrilleros como Ciro Trujillo Castaño.

Esto le costó tener la obra bloqueada, habiendo podido se uno de los hombres mágicos en los circuitos comerciales.

Norman Mejía


Horrible mujer castigadora.


Audacia, horror, descaro, fue lo que dijo en su obra Norman Mejía en 1965, cuando ganó el XVII Salón de Artistas Nacionales en su Horrible mujer castigadora.

El público no se reponía todavía de los “desvaríos” de Botero, cuando se le asestó este segundo golpe, que acusaría enseguida un país ignorante todavía de D’Kooning y de Bacon.

Al ser interrogado por un periodista sobre si lo colgaría en su casa, Fernando Arbeláez (uno de los jurados) dijo: “No. Y lo premié porque soy snob. Y un snob es el que alaba y admira en público aquello que le horroriza en privado”.

Beatriz González


Los amantes del Sisga.


En 1965 conquistó el Segundo Premio del Salón Nacional, fue otra bofetada en pleno rostro del país aristocratizante. Una pareja de suicidas, que el público había visto fotografiados en la página roja y cuya historia se asociaba con un Romeo y su Julieta lumpen, se volvían de pronto Premio Especial del Salón de Artistas. Desconcierto y silencio ante esta primera “salida de tono” de Beatriz González.

Bernardo Salcedo


Lo que Dante nunca supo: Beatriz amaba el control de la natalidad.


Salcedo obtuvo el Primer Premio en el Salón Internacional de Pintura “Dante Alighieri”, auspiciado por el Gobierno italiano. El premio le fue entregado entre el nerviosismo del embajador y demás asistentes del cuerpo diplomático, que no sabían muy bien cómo acoger esta “humorada” de Salcedo, si con el ceño fruncido o con aplausos.

Como siempre, manejando ex profeso huevos o piernas que asoman por ventanas, Salcedo se salía con la suya.

Ana Mercedes Hoyos

Cuando ingresó a la total asepsia en su obra, dentro de un proceso en el que ya no se observaba ni siquiera una línea sobre el cuadro, estuvo a punto de arriesgar la vida en el Salón Nacional.

Recibió agresiones físicas, hasta el punto de que tuvo que salir del salón cercada por guardaespaldas plásticos entre los que figuró Obregón. Pero el cuadro recibió cuchilladas en el centro y de largo a largo, y el libro en el que los visitantes escribían sus impresiones sobre las obras, le fue íntegramente dedicado con frases tan “elocuentes” como impublicables.

         

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septiembre
14 / 2019